Si viajamos más al norte, descubrimos un fracaso visual; esto es, la pupila tiende a deambular de obstáculo en obstáculo. Debe aprender a mirar con tacto, apoyarse en los cambios atmosféricos de presencias que nunca son distanciadas, ya que tienen tanta proximidad. Nunca se puede ser indiferente.
Si el habitante castellano es ascético, el del norte es sensual, viviendo en una extrema proximidad. En el norte cada valle forma un microcosmos, que se repite en una pluralidad equivalente; mientras que el entorno castellano se presenta como un todo inmenso.
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